martes, 2 de febrero de 2016

De dónde salen los presos

Blanco sobre negro


Un preso en la cárcel de Melchor Romero. FOTO: JUAN JOSE TRAVERSO

 Héctor Gambini
“Yo soy yo y mi circunstancia”
José Ortega y Gasset

Mataderos. Octubre de 2013
“El hijo de “La Garza” Sosa, uno de los miembros de la Superbanda de los 90, fue detenido acusado de integrar una organización dedicada a las salideras bancarias. Se trata de Damián Gastón Sosa (42), quien junto a otros dos hombres, una mujer y un travesti fue arrestado el viernes...”.

San Fernando. Mayo de 2014
“Dos de los hijos de Luis “El Gordo” Valor, líder de la Superbanda que concretó robos a bancos y blindados en la década del 90, fueron detenidos esta noche en una serie de allanamientos realizados en el marco de una investigación por comercialización de drogas. Fuentes policiales informaron que los detenidos son Fernando Luis Valor y su hermano Mario, de 38 y 40 años, quienes están acusados de integrar una organización que comercializaba marihuana...”.

Córdoba. Septiembre de 2015
“Jorge Darío Pereyra tiene 35 años y pasó 12 de los últimos 17 años en prisión, casi toda su vida adulta. Se trata de un caso extraordinario: alcanzó el triste récord de diez condenas en su contra. Entra, sale, vuelve a delinquir y vuelve a caer. Su sentencia más reciente es a seis años y cuatro meses de cárcel por haber robado una casa que estaba vacía. Lo acompañaba su hermano menor...”.

Córdoba. Enero de 2016
“El extraño caso de un padre y su hijo que murieron presos: para la Policía, ambos se suicidaron, pero la familia plantea que los mataron. Joel tenía 16 años y lo habían arrestado por robos menores. Su papá, de 57, estaba detenido por ebriedad...”.

Breve reseña de los presos argentinos, según el informe “Condiciones de vida en la cárcel” del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia, en base a una encuesta encargada por su director, Marcelo Bergman:

–Los presos argentinos son hombres jóvenes y pobres.

–La mitad no terminó la secundaria.

–Tres de diez estaban desempleados al delinquir.

–Cuatro de diez son reincidentes.

–Siete de diez tienen familiares, amigos o vecinos con antecedentes penales.

Aquí es donde vamos a detenernos.

Como para ilustrar mejor el punto, diremos que el delito más cometido por los varones es contra la propiedad (robos y hurtos) y que el más cometido por las mujeres –una franca minoría en la población carcelaria– es la infracción a la ley de drogas. Cuatro de cada diez mujeres presas tienen a su pareja encarcelada.

Entonces 44.000 de los 63.000 presos argentinos proviene de un entorno donde la convivencia con alguna forma de delito es familiar, natural o habitual.

Dos preguntas. ¿Esto es así porque esa franja social comete todos los delitos que se cometen en la Argentina? Y, por otro lado, ¿cómo romper esa espiral perversa que transforma en joven ladrón al hijo, hermano, amigo o vecino de otro ladrón?

Para el especialista en Seguridad Diego Gorgal, “ese grupo de personas vinculadas es el que el Estado logra detener y es una muestra clara de que la población penitenciaria no es representativa de todos los que delinquen, sino de apenas una parte. Y demuestra la enorme dificultad que tienen la Policía y la Justicia para investigar. Los que el sistema se lleva por delante son los que terminan presos”.

Dice Gorgal: “El sistema, en general, caza en el zoológico. Los presos de hoy son los que la Policía logra identificar y a quienes consigue probarle ante la justicia su participación en los hechos. Es funcionalidad burocrática. ¿Qué hace cualquier burocracia? Lo primero que se saca de encima es lo más fácil. Los casos in fraganti, los de culpables intrafamiliares o el delito más amateur. Quienes terminan presos son los que no consiguen sortear la poca exigencia que les pone el sistema”.

Entonces sería lógico pensar que cuando aumenta el número de presos es porque se multiplicó exponencialmente la cantidad de delitos menores que reflejan el drama mayor. Si hay más detenidos por infracción a la ley de drogas, es porque hay muchos más dealers, muchas más mulas y mucha más droga circulando. El aumento del volumen de presos abajo –el eslabón más delgado de la cadena– es directamente proporcional al volumen del gran delito. El de arriba. El de culpables sin rostro.

“Imaginemos un kiosco del conurbano donde una familia vende cigarrillos, golosinas y droga –sigue Gorgal–. Allanan y se llevan preso al padre, pero el delito de fondo continúa, porque el kiosco sigue abierto y allí –o en una ventana de la casa que queda al lado– siguen vendiendo su mujer y su hijo mayor. Y los consumidores siguen yendo a comprar. Y los proveedores siguen abasteciendo los puntos de venta”.

Esa lógica de detener sólo al eslabón de abajo no detiene al delito. Y es la que hace que el sistema sume presos sin que la inseguridad retroceda un milímetro.

Cuando el delito sale de la lógica conocida, el sistema policial y judicial empieza a mostrar grietas: se escapan los Lanatta (también hermanos) y Schillaci (con otro hermano preso), y deambulan muertos de hambre y sed por la Capital y dos provincias. Y los buscan en Quilmes cuando están en Chascomús. Y en Chascomús cuando están en Santa Fe. Y los agarran porque van dejando pistas (tiros, autos chocados, celulares) y por lo que van diciendo los vecinos y los baqueanos. Cuando la presa sale del zoo, el cazador pierde la escopeta.

Para Daniel Arroyo, especialista en temas sociales y director del Banco Provincia, “los que no van presos tienen abogados particulares que encuentran el resquicio legal para sacarlos. Porque el sistema tiene esos resquicios para los que tienen más oportunidades”.

“El delito en la Argentina es transversal y no sólo lo cometen los pobres –sigue Arroyo–, pero los no tan pobres generalmente zafan. También es cierto que el contexto territorial y social marca a la persona y ese es un círculo muy difícil de romper”.

Eso mismo opinó la fiscal cordobesa Laura Battistelli, encargada del expediente Pereyra, el hombre condenado 10 veces. Ese preso tiene una hija: “La vida de esta nena fue ver entrar y salir de la cárcel a su padre. Entonces la prisión y las formas de delincuencia se hacen algo habitual; y cuando esa habitualidad entra a la casa, hay que trabajar en la reinserción de la familia en la vida social. Estos chicos que ven a sus padres presos constantemente reciben un mensaje equivocado: ‘delinco para mantener a mi familia’”.

“Este hombre sale de la cárcel como si fuera un shopping”, dijo la fiscal cuando lo acusó la última vez. “Recibe siempre condenas chicas, pero que marcan el fracaso de la reinserción social que no pudimos lograr”. Ese preso dijo que no pudo darle su apellido a la nena porque no tiene DNI. El Estado lo tuvo 10 veces, pero no le hizo los documentos. Hay facetas de la Argentina precaria que cuesta entender pero están ahí, en la calle, en la vida diaria.

En el esquema de delito como modo de vida entra la droga, a fuerza de billetes y prestigio en cierto entorno social donde se consumen vidas jóvenes sin acceder jamás a ninguna de las dos cosas. Y entonces prende fácil. No es sociología de alta escuela. Es uno más uno.

“Delito y droga son mecanismos de ascenso social que generan un nuevo mecanismo de ingresos y otra lógica en el modo de la mejora social”, sostiene Arroyo.

“Hoy para combatir la droga hace falta una fuerza especial por afuera de la Policía, que corte la droga en los barrios. Y oportunidades laborales en serio, para que los pibes estén en la escuela o trabajando. Y ese modelo hay que sostenerlo. Porque el que vende droga consigue el micro para llevar a los chicos al Jardín y les da préstamos a los vecinos que necesitan ladrillos para su casa”.

Para Gorgal, la urgencia en la lucha contra las bandas organizadas exige establecer prioridades: “Hay una teoría en Criminalística que habla del principio de oportunidad. Ahora está la obligación de perseguir al delito cualquiera sea su forma, pero en la práctica el sistema selecciona y va hacia los más fáciles de resolver primero, mientras que la mayoría de los delitos complejos quedan impunes. Habría que cambiar y que te obliguen a investigar los delitos complejos primero. Pero para eso hace falta una firme decisión política, porque los delitos complejos llevan muchos recursos y mucho tiempo. Que la Policía y la Justicia apunten más alto y que vayan del delito más dañoso al menos, y no al revés, como es ahora. Acá, más que un Estado ausente, hay un Estado cómplice. Un Estado poliladron que es muy difícil de romper”.

Arroyo insiste con la droga. “La droga en un país tiene una primera etapa que es el aumento de las adicciones; una segunda etapa marcada por el hecho de que quien vende droga gana más que el que trabaja; una tercera que es el control del territorio; y una cuarta que es el financiamiento de la política. Acá avanzan las etapas y tiene que haber una respuesta urgente”.

Cuestiones para entender de dónde salen los presos en la Argentina. Muchos, de vínculos con otros presos. Cuestiones de familia, que no resuelven la inseguridad.

Fuente: http://www.clarin.com/policiales/presos-carceles-familiares_0_1514248621.html

lunes, 1 de febrero de 2016

Arroyo analizó la situación de los adolescentes que no estudian ni trabajan

El flamante integrante del directorio del Banco Provincia reveló que uno de cada 5 jóvenes no estudia ni trabaja.

El flamante integrante del directorio del Banco Provincia, Daniel Arroyo, analizó la situación de los jóvenes que no estudian ni trabajan a partir de un informe del Banco Mundial.



Entre otras cuestiones, explicó que “no estudia ni trabaja uno de cada 5 jóvenes y son casi el doble que hace 20 años. Suman aproximadamente 900 mil en Argentina, de entre 15 y 24 años”.

“El abandono escolar y el embarazo adolescente son algunas de las causas”, señaló el ex viceministro de Desarrollo Social de la Nación.

Al respecto, el flamante integrante del directorio del Banco Provincia además recordó que el fenómeno empezó en los ´90 y que se profundizó en los últimos años.

“Hoy el problema es que en todos los barrios hay alguien que vende drogas que en general vive mejor que cualquier otro vecino. Entonces el pibe que estudia y trabaja gana menos y cuando está en el barrio su comparación lo termina devastando. El que vende droga alteró la vida en los barrios”, resumió Daniel Arroyo

Fuente: http://www.agencialaprovincia.info/buenos-aires/arroyo-analizo-la-situacion-de-los-adolescentes-que-no-estudian-ni-trabajan-31012016/