miércoles, 29 de enero de 2014

Diez desafíos para lograr la integración social en Argentina

Por Daniel Arroyo
Publicado en la revista de Cáritas La Plata "Manos que Suman", Año 2, Nº 2, Enero 2014

Luego de la crisis de 2001, Argentina tuvo una década de crecimiento económico con tasas mayores al 6% anual. Sin embargo, esta situación no impactó en todos los argentinos del mismo modo y continuamos con una estructura social muy desigual y donde sólo algunos tienen oportunidades reales de mejorar su situación.

En el último tiempo el Estado generó políticas sociales positivas como la Asignación Universal por Hijo. También mejoró la infraestructura básica. Sin duda, los más pobres tienen más acceso a programas sociales aunque no ha cambiado significativamente su situación social.  La educación no actúa como vía para generar una movilidad social ascendente que permita entrar en el mundo del trabajo. De allí que uno de los grandes desafíos para el Estado sea lograr remplazar la asistencia por mecanismos que permitan ingresar al mercado laboral.

El primer desafío es resolver el problema de pobreza estructural. Lograr que todos los habitantes del país tengan servicios básicos en el hogar. Para ello, es necesario establecer una fuerte política de inversión en infraestructura, con recursos permanentes para las áreas sociales y generar políticas específicas para el NOA, NEA y los grandes centros urbanos. Eliminar la pobreza estructural, que actualmente alcanzan cerca del 22%, es la principal meta social teniendo en cuenta el crecimiento económico y los recursos con que cuenta el Estado.

El segundo desafío está marcado por la necesidad de reducir el trabajo informal  (hoy en el 34%) a partir de mejores mecanismos de regulación estatal y de la masificación del crédito para el cuentapropismo y la economía social. Mientras continuemos con un mercado de trabajo de dos velocidades (formal e informal) no habrá posibilidades de reducir las brechas sociales.

El tercer eje se vincula con el desafío de la inclusión de los jóvenes. Nuestro país tiene más de 900 mil jóvenes que ni estudian ni trabajan, jóvenes que en muchos casos no han visto ni a su padre ni a su abuelo trabajar con continuidad. Aquí se políticas muy masivas como el Derecho al Primer Empleo y la puesta en marcha de una Red de Tutores que los acompañe tanto para lo educativo como para lo laboral.

Los contenidos en la escuela secundaria y la calidad educativa requieren una especial atención. Ése es el cuarto reto social del país de cara a esta década. El 6% del PBI como presupuesto educativo y la entrega de netbooks son un avance para los desafíos que vienen: hacen falta más escuelas secundarias e inversión, como así también equilibrar los niveles de conocimiento, de tecnología e infraestructura entre la escuela pública y la privada.

El quinto desafío se refiere a la reestructuración del sistema de atención primaria de la salud. La atención primaria atraviesa una fuerte dificultad y es que, toda la red de hospitales –muchos de los cuales tienen mejor en infraestructura- está siendo utilizada por la población como atención primaria y secundaria. Esto implica que una persona, ante cualquier eventualidad, no va al centro de su barrio, sino que se dirige Hospital. Ello provoca una sobrecarga, una saturación y colapso en la atención de pacientes.

El sexto eje se vincula con un fenómeno creciente y complejo: la violencia en el hogar.  Se trata de un problema de violencia de género y, además, de una acumulación de dificultades producto del “mal vivir”. Lo que complica la vida de una persona es estar hacinado, tener problemas en el trabajo o viajar mal. Cuando se dan las tres juntas (que es la realidad de los grandes centros urbanos) aumentan los niveles de tensión, de conflicto y eso se traduce en violencia. Para ello resulta necesario generar redes locales multidisciplinarias y trabajar en conjunto con las familias y no tomar programas sueltos.   

El creciente problema de las adicciones plantea el séptimo desafío. El aumento de la venta de droga en los barrios y el hecho de que los que forman parte de la distribución de droga tienen mejores ingresos que los que consiguen trabajo complica la vida de las familias en general y de los jóvenes especialmente. Además de avanzar en el combate a la venta de droga hace falta reorganizar el sistema de prevención y acompañamiento  que hoy está absolutamente desfinanciado.

El octavo eje apunta al mejoramiento de las condiciones de vida en los sectores más vulnerables y menos visibles: comunidades aborígenes, personas con discapacidad y trata de personas.  Junto con los programas universales tenemos el desafío de avanzar en programas específicos con impacto real sobre los que hoy tienen sus derechos vulnerados. 

El noveno desafío radica en la distribución territorial. Tenemos dos tipos de desequilibrio. Uno vinculado a la concentración de ciudadanos en un espacio territorial reducido: en el área metropolitana, que representa el 1% del territorio nacional, vive casi 1/3 de la población argentina. Esto implica un importante problema económico para lograr crecimiento y también para generar políticas sociales sostenidas. El segundo tipo de desequilibrio, tiene que ver con la necesidad de pautar metas de integración social para cada región: poblar la Patagonia; generar un fondo especial para favorecer al Norte; acompañar actividades productivas estratégicas y reequilibrar la relación de Buenos Aires con el interior.

Finalmente, el décimo punto requiere el establecimiento de un plan estratégico de desarrollo social que integre las dimensiones de lo territorial (descentralizando gran parte de los recursos que hoy están concentrados), el trabajo en conjunto sobre las familias (teniendo como eje el hogar y no la diversidad de programas sueltos) y estableciendo la línea de ciudadanía, es decir marcando el conjunto de derechos que el Estado está obligado a garantizar para lograr una base de oportunidades para todos en nuestro país.