jueves, 15 de agosto de 2013

Es necesario capitalizar a los sectores pobres


Por Daniel Arroyo

El contexto internacional no ofrecerá una situación tan favorable para la economía argentina durante los próximos años, pero el posicionamiento de nuestro país sigue teniendo buenas perspectivas. Los mercados de China, India y Brasil continuarán, aunque con menor ritmo, demandando bienes que nuestro país produce. Este contexto nos brinda la posibilidad de producir cambios estructurales sobre la realidad social del país. 

La pobreza en la Argentina es un problema de mayorías y está directamente vinculado a la falta de ingresos. En los últimos años, se está generando una compleja relación entre pobreza y endeudamiento. Especialmente en los grandes centros urbanos, la gente se está endeudando a tasas muy altas por las fuertes dificultades que tiene para acceder al crédito bancario. La única posibilidad para los sectores pobres es tomar un “crédito fácil” o “crédito ya”, que exige como único requisito presentar la fotocopia del documento. Pero son préstamos que, en muchos casos, encubren tasas que superan el 100% anual. Y cuando el deudor no puede pagar, se les ofrece reprogramar el pago con intereses aún más elevados. 

En el país hay cuatro millones de personas que se encuentran en esa situación. Se trata de cuentapropistas y pequeños emprendedores que trabajan en condiciones precarias y no pueden a acceder a créditos dentro del sistema bancario porque no cuentan con garantías. Cuentan con tecnología atrasada y, por tanto, interactúan mal con el mercado. 

Las entidades financieras públicas han puesto en marcha en los últimos años diversos programas destinados a capitalizar a los sectores pobres. El aporte estatal permite bajar las tasas a porcentajes razonables y absorber los altos costos de la operatoria del microcrédito, que requiere de oficiales de cuenta que no sólo cobren las cuotas en el territorio, sino que también acompañen y asesoren a los emprendedores. 

Los programas se destacan por su bajo nivel de morosidad, que llegan a menos del 3% sobre el capital vencido. Estos indicadores encuentran, al menos, dos explicaciones posibles. Por un lado, los sectores pobres asumen la palabra empeñada. Por otro, como es su única fuente de financiamiento, pagan en tiempo y forma para volver a tomar otro préstamo. El hecho de que sea un banco -público o privado- el que les brinde el crédito genera un incentivo intangible aunque muy relevante: las personas sienten que hay una entidad financiera que confía en ellos. 

Se estima que este tipo de microcréditos vinculados al Estado llegan a doscientas mil personas. Pero hay 3,8 millones que no acceden a crédito “oficial” y en ese universo están los que se endeudan a tasas usurarias. Es necesario dar un salto de escala y avanzar en la masificación de los sistemas de microcréditos existentes, para que logren llegar a esos casi 4 millones de cuentapropistas. 

La masificación de los sistemas de microcréditos y el debate acerca de cuál es el rol del sector financiero parece fundamental para reducir los niveles de vulnerabilidad social. Los avances en los últimos años han sido realmente importantes tanto del sector financiero como de las áreas sociales pero resulta importante establecer mecanismos para masificar el crédito a los que no tiene garantías y, junto con ellos, encarar una red de seguimiento que acompañe a los pequeños emprendedores. 

El problema del desempleo no sólo se mejora con microcrédito, sino también con mecanismo de acompañamiento y capacitación laboral. En este aspecto también ha habido avances importantes. Lo que viene es el debate acerca de cuáles son los sectores estratégicos en los que habría que generar mecanismos de incentivos para que los sectores de baja calificación consigan trabajo. 

Son muchos los sectores productivos que mejoran el PBI en Argentina pero son pocos los que llegan hasta la punta de la cadena, es decir los que incorporan a los jóvenes que no tiene secundaria completa. La construcción, el textil, la metalmecánica, el calzado, las curtiembres generan movimiento y permiten incluir a estos sectores. De allí, la necesidad de que con la masificación del microcrédito se generen mecanismo de incentivos para el desarrollo de estas actividades.