martes, 13 de octubre de 2009

“Ser ciudadano es tener acceso a la salud, a la educación y a una asignación por hijo”

Por Alicia Cytrynblum
Red de Diarios en Periodismo Social


En estos días, la pobreza volvió a aparecer en la escena pública de la mano de los números del Indec. Mientras que para los privados la cantidad de argentinos cuyos derechos están siendo vulnerados por la pobreza son casi el 35 % de la población, para el Indec, ese guarismo es del 13,9 %. Dos mundos aparte.
En esta entrevista consultamos a un especialista, Daniel Arroyo, licenciado en Ciencia Política que fue viceministro de Desarrollo Social de la Nación en la gestión Kirchner y ministro de la misma cartera de la provincia de Buenos Aires hasta mediados de año. Es una de las pocas personas en que academia y gestión van de la mano: complementa su trabajo en lo público con lecturas, posgrados y exposiciones sobre posibles salidas a la pobreza.
—En el presupuesto nacional enviado no hay una línea presupuestaria para la asignación universal por hijo, y está demorado el presupuesto para los programas sociales. ¿No es una prioridad en este momento la política pública contra la pobreza?
—Estoy absolutamente en favor de la asignación universal por hijo y creo que es imperioso hacerlo en la Argentina, como está surgiendo en Chile, Brasil y Uruguay. La situación de la pobreza en la Argentina tiene dos etapas. Desde el 2002, comienzo de 2003 hasta mediados de 2007, la pobreza bajó en la Argentina. Por el crecimiento económico del 9 % anual más las políticas sociales. Desde mediados de 2007 en adelante empezó a subir la pobreza. Por dos razones, una por el aumento del costo de alimentos, por el aumento de la inflación (es decir es pobre la persona que cuando va a comprar una cosa le sale más cara y no la puede comprar) y, dos, por cierto “parate” de actividades productivas, que son la construcción, la textil, la industria del calzado, la metalmecánica, las curtiembres y los frigoríficos. Si esos sectores andan mal, la pobreza aumenta, porque son áreas que incorporan a la población con baja calificación. Le agregaría a eso un problema de costo fijo en las personas. A los sectores pobres les pasa lo mismo que a la clase media en otros insumos: con el tema del celular, las zapatillas, la garrafa, con determinados consumos básicos que tiene muy instalados.
—¿Cuáles son las políticas prioritarias para superar la pobreza en la Argentina?
—Para mí hay que aplicar un conjunto de cinco políticas. La primera es extender la asignación universal por hijo, cubrir paulatinamente la población de 0 a 18 años. Hoy el 60 % de la gente que trabaja está en el sector formal y sólo ése cobra salario familiar. No cobra salario familiar el que trabaja en negro o el que tiene trabajo no registrado, el que está desocupado o el que es cuentapropista; es un derecho que nos quedó al revés. Cuando fueron pensados la política social y el sistema de protección social, en la Argentina de los “60 y “70, estaban bien orientados; todo se hacía pasar por la boleta del salario. La obra social, el beneficio provisional, el beneficio sindical, lo que tenía que ver con la asignación por hijo ¿por qué?, porque había 3 % de desocupación y todo el mundo tenía trabajo formal, y entonces era lógico pasarlo por ahí. Ahora nos quedó desfasado, ya que sólo el 60 % de los que trabajan están en esa situación, y entonces nos quedó un derecho inverso. Cobra asignación por hijo mi señora, nosotros tenemos dos hijos, y no lo cobra la señora que es empleada doméstica o el que hace changas. Ese esquema es el que hay que cambiar. Ése es el punto ineludible para discutir en la Argentina, porque nos marcaría un nuevo piso. Es decir, menos que esto no tiene nadie. Ser ciudadano en la Argentina es tener un mínimo acceso a la salud, a la educación y asignación por hijo. Es decir, arrancamos todos de esta base.


Un debate abierto


—Pero no estamos en este camino...
—A mí me parece que estamos en ese camino; no parece que en lo inmediato se pueda llevar adelante. Pero hoy es una discusión fuerte en la Argentina y es una discusión fuerte en el Mercosur. Está bastante más instalado el debate que hace 2 ó 3 años. Creo que las cosas en América Latina surgen así: se instalan temas en la agenda, en los debates y, luego, aparecen en las políticas públicas.
—Sí, pero si en el presupuesto nacional no hay una partida no se ve como una política pública...
—Si no hay presupuesto, no hay política pública, eso claramente es así. Yo no sé cuándo se va a poner en marcha la asignación universal por hijo en este país, pero estoy convencido de que todo el debate va a terminar en eso. Y finalmente, con el presupuesto la posibilidad de transferir partidas hace que sea posible. A la asignación por hijos, si uno la extiende de 0 a 18 años, todo junto de una día para el otro, al valor que tiene esa asignación hoy -que es de $ 135 por chico- son 6 mil millones de pesos. Está claro que no existe eso; el Estado no tiene 6 mil millones de pesos para poner inmediatamente. Hay que plantearlo por etapas. Se me ocurre que hay que arrancar por etapas: de 0 a 6, luego de 6 a 12 y después de 12 a 18. Otro podrá pensar: no, mejor empezar por el NOA, el NEA; pero sí está claro que hay que hacerlo.

Abandonar el clientelismo


—¿Cómo entiende una alianza virtuosa ONGs / Estado sin políticas clientelares?
—Me parece que el modelo de articulación entre el Estado y las organizaciones sociales tiene que ser un modelo de mucha interacción desde el momento del diseño. Me parece que con la asignación universal, nosotros creamos el consejo consultivo en la provincia de Buenos Aires con 35 organizaciones muy fuertes. Creo que las transformaciones surgen de esta articulación.
—De todos modos, la pobreza es un buen negocio para algunos. En las últimas elecciones vimos ejemplos espantosos del uso clientelar de la pobreza.
—Creo, que más allá de los que hacen eso, la población pobre es muy racional, a todos les dicen que sí y que los van a votar, y luego votan y hacen lo que quieren. Claramente, los sectores sociales bajos están mucho más entrenados que los propios dirigentes, pero después a la hora de votar, hacen lo que les parece mejor.
—La dirigencia atrasa...
—La dirigencia atrasa y yo creo que los sectores pobres en la Argentina son tan posmodernos como los no pobres; esto es: tienen que actuar muy racionalmente, tienen bajas expectativas de futuro, ubican qué es lo que quiere el interlocutor y luego hacen lo que les conviene.

Los microcréditos

—¿Cómo convencemos a los bancos privados que -pese a las restricciones en la Ley de Bancos para dar microcréditos- los den a través de sus programas de RSE?
—Hay restricciones para dar microcréditos, pero son cada vez menores. El núcleo de la pobreza es de una población descapitalizada, y los privados saben lo que necesitan los pobres para dar un salto de calidad. La Argentina es un mundo donde la pobreza sube pero baja rápidamente, porque con capitalización y con condiciones económicas la gente se inserta en el mercado laboral rápidamente.
—¿Hay una esperanza entonces?
—Yo soy optimista en estos términos. A mí me parece que se está dando un debate importante en la Argentina, en torno a cómo mejorar la situación social. En su momento, el sistema de protección social atado al salario y al salario informal tenía lógica, hoy no. Creo que es bueno que todos estemos pensando cómo cambiar. Soy optimista en términos de que me parece que el tema está en agenda y que se discute en distintos ámbitos.



Nota publicada en El Litoral. Jueves 08/10/09